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Vía de la Plata

La Bañeza - Hospital de Órbigo

La Bañeza - Hospital de Órbigo

Día 15 –La Bañeza – Hospital de Órbigo

 

Madrugué a las seis y media, sabía que hasta que saliera de la Bañeza se me haría de día. Me sentía descansado e ilusionado de cambiar de recorrido.

La mochila parecía que pesaba menos, cuando los sentimientos están ilusionados por algo las fuerzas acuden.

 

La salida es cómoda y está perfectamente señalada, buen trabajo el realizado por la asociación de Amigos del Camino y la Vía de la Plata.

No pude tomar mi cafelito matutino y me tuve que conformar con un buen trago de agua y un trozo de chocolate. Las calles estaban desiertas y las luces de las farolas todavía estaban encendidas, aunque el cielo comenzaba a clarear.

El recorrido se inicia entre huertas y caminos que zigzaguean. Se atraviesa el río Duerna por un hermoso puente de hierro de ferrocarril paso en otro tiempo de trenes. Hermosas estructuras que el tiempo oxida irremediablemente.

Hasta Palacios de Valduerna es un tranquila caminar rodeado de huertas que aprovechan el agua del río. Después el camino lleva a una reserva de caza donde es fácil observar liebres, conejos y gamos. Tierra de jara, pinos y monte bajo. El camino es agradable y entretenido. En múltiples zonas se atraviesan torrenteras que hacen saltar. Iba contento y deseoso de llegar a Astorga. Se veía la autovía en la lejanía pero los árboles y las hierbas de esta zona de caza hacían olvidar ese rastro de la civilización.

Llegué por camino hasta una carreterita comarcal, que lleva a Riega de la Vega. Empezaba a estar cansado después de tres horas caminando. En cuanto retomé el camino solté la mochila y me dispuse a descansar un rato sentado en el centro del camino de piedra.

El día estaba un poco nublado por momento pero la temperatura era ideal. Se sentía la soledad castellana y aproveché el momento para disfrutarla, sabiendo que dentro de unos kilómetros la compañía sería una constante, por lo menos hasta pasado mañana.

Estando en esta meditaciones vi aparecer en la lejanía a mis compañeros vascos. Me hizo ilusión poder completar este último tramo hasta Astorga con quien inicié en Mérida. y hemos compartido albergue en múltiples ocasiones.

Venían felices por llegar al Camino Francés, esta noche habían dormido en la casa de veraneo de José Manuel. Habían comido y dormido bien.

- ¡Qué magnífico bar! Con cada vino media ración ¿Te podías haber venido?

Aunque me habían invitado preferí la tranquilidad del albergue y no romper la rutina.

- Hubieras ido y venido en el coche de mi cuñado- me comentó José Manuel.

- Gracias, pero sabéis que me gusta ir a mi ritmo e independiente.

 

Continuamos ya juntos hasta Astorga. Pasamos por debajo de la autovía y después por carretera hasta Celada de la Vega.

Llegamos a las once y media, hora perfecta para almorzar. Entre José Manuel y yo dimos cuenta de una magnífica ración de callos y un par de vinos reconstituyentes.

Después se hizo la marcha más lenta siguiendo el arcén de la carretera nacional.

A la una llegamos al albergue donde ellos buscaron cama y yo simplemente sellé. Coincidí con un hospitalero que me atendió en octubre del 2006 cuando realicé el francés y estuvimos compartiendo un buen rato mientras se aseaban mis compañeros. Pese a que me tentaron a quedarme denegué el ofrecimiento. El albergue estaba llenándose de gente y me sorprendió después de tantos días de soledad. La mayoría venían de Hospital y más tarde llegarían los de Villadangos y los de Villar de Mazarife.

Estaba lleno de actividad y movimiento el albergue. La luz entraba por todas sus ventanas ha diferencia de la última vez que llegué de noche.

Salimos a la calle y nos tomamos una cerveza en la plaza del ayuntamiento mientras que nos despedíamos y nos dábamos los teléfonos. Nos despedimos definitivamente frente al palacio episcopal de Gaudí, donde ellos fueron a comer y yo emprendí la ruta hacia San Justo de la Vega.

Un poco de tristeza me inundaba pero sabía que en ese momento iniciaba otro camino dentro del camino.

 

Pese a todo me sorprendía dando el saludo ritual de Buen Camino a todos los peregrinos que se cruzaban. Parecían cansados y deseando llegar al albergue.

Sorprendente que hubiera tantos, en apenas cuatro kilómetros y medio di cuarenta o cincuenta saludos, muchísimos más que en toda la Plata.

Iba bien pero necesitaba comer algo. El tiempo se había encapotado y amenazaba lluvia tormentosa. Unos nubarrones negros indicaban que iba a ser inminente.

 

En el bar de San Justo devoré un bocadillo de tortilla junto con una coca fría.

A las 16 horas iniciaba el Camino hacia el Alto de San Antón.

La cuesta que en algunas ocasiones he bajado y que me resultaba molesta, esta vez la hice en sentido contrario y no es más que un repecho que con un poco de paciencia se sube bien.

No pude resistirme a darme la vuelta y observar la ciudad de Astorga desde la cruz y me pareció una bella imagen rodeada de nubes que amenazaban lluvia.

 

Continué por el camino del monte y volví a disfrutar de un recorrido rodeado de robles y castaños en medio de la naturaleza. No comprendo a los caminantes que se van por el otro recorrido por ahorrar un par de kilómetros y aguantar la carretera.

  

Los colores de una tarde de tormenta incrementaban la belleza. Los verdes del campo se fusionaban con los ocres del otoño con una luz filtrada por las nubes y, a veces, humedecida por una lluvia fina que me hizo cantar de alegría.

  

Me tuve que poner el poncho según me acercaba a Santibáñez de Valdeiglesias. La lluvia se fue incrementando pero me agradó recibirla en la cara y las piernas. Me refrescaba y estimulaba mis músculos. Poco antes de llegar hubo un rato de fuerte agua. Dudé si quedarme en Santibáñez o continuar. Dejé la decisión para cuando llegara al albergue de este pueblo.

 

La visión del camino en sentido contrario es diferente y la perspectiva distinta. Es como si pasara por un paisaje conocido pero nuevo en sus formas, los árboles eran distintos aunque fueran los mismos. Las bajadas se convertían en subidas y las flechas desaparecían y era necesario buscarlas dando la vuelta mirando hacia atrás.

  

El albergue estaba casi lleno y me ofrecieron una cama, pero había demasiada gente, después de tanta Plata, decidí continuar. Paré media hora sentado en el escalón de entrada al albergue. Las piernas estaban cansadas, llevaba demasiados kilómetros pero quería llegar mañana a León y tenía que avanzar los cinco restantes hasta Hospital.

  

En ese rato coincidí con una muchacha de unos ojos azules sorprendentes que muy interesada me estuvo preguntando por mi camino. Se extrañó de mis soledades y de las distancias. Ella estaba realizando el camino con su novio de forma tranquila, meditando sobre su futuro. Había dejado los estudios hace un año y estaba decidiendo si continuar estudiando o marcharse a vivir con su novio. El camino lo estaba tomando como un repaso de su vida y un periodo de tranquilidad para encauzar su expectativas de futuro. El camino da el tiempo necesario para pensar y repasar lo vivido, y en muchas ocasiones tomar decisiones de cara al futuro.

  

El cielo seguía amenazando agua pero por el momento había parado de llover. Aproveché para volver a cargar la mochila y recorrer los 5 kilómetros que me quedaban. Las piernas las tenía cargadas y me lo tomé con calma. Muchos kilómetros para un solo día. Observaba los campos y las huertas viendo los árboles junto al río.

  

Esta hora se me alargó y se me hizo pesada. Llegué a Hospital y sin pensarlo dos veces me metí en un hermoso albergue que me proporcionó una cama y una ducha de la que disfruté.

  

Ya estaba anocheciendo cuando salía a una merecida cena. El albergue estaba casi lleno, que diferencia con los de la Plata.

A las 10 de la noche ya estaba en la cama con las piernas doloridas pero feliz de haber completado la primera parte del recorrido. Mañana volvería a estar acompañado de los miles de ellos que pasan por el Francés, aunque fuera por el momento que tardamos en cruzarnos.

 

 

   



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