Blogia
Vía de la Plata

Hospital de Órbigo - León

Hospital de Órbigo - León

Día 16 – Hospital de Órbigo - León

 

 

Me despertaron los peregrinos de las camas de al lado demasiado pronto, tenían prisa, como si el camino tuviera horas. Aún despierto continué en la litera observando el movimiento. Estaba desacostumbrado a este movimiento mañanero. Llevaba 15 días de camino y era la primera vez que dormí con tanta gente. Me parecía extraño ver a otros hacer tareas que yo hacía a diario, pero sólo y sin ninguna prisa.

 

Primero se movieron con las linternas, estrujando bolsas de plástico que hacían imposible dormir y si lo estabas seguro que te despertaban.

 

 

Unos iban y otros venían del baño. Cuchicheaban como si todavía alguien estuviera dormido. A las seis y media no aguantaron más y encendieron las luces. Me senté en la cama apoyado contra la almohada y seguí con mi observación, como si todo aquello no fuera conmigo. Estábamos en el mismo camino pero en sentidos contrarios. Me divertía este contraste.

 

 

Por fin, a las siete y media cuando casi no quedaba nadie, me levanté y comencé mi ritual matutino, baño, empaquetar el saco, intentar organizar una mochila inorganizable después de quince días y, por fin, meter los pies en su cárcel de cuero que les privan de su libertad y movilidad.

 

 

Salí a las ocho de la mañana y debía ser el último, busque rápidamente un café y un bollo que llevarme a la boca. Notaba las piernas un poco cansadas después del esfuerzo de ayer. Hoy no iba a ser manca, me esperaban unos 35 kilómetros, pero tenía la ilusión de poder ir viendo caminantes y sitios conocidos.

 

 

Después del desayuno, emprendí la marcha hacia el puente. Sigue siendo una hermosa construcción con sus muchos metros que sobrevuelan el río que he atravesado en un par de ocasiones desde Benavente. Lo crucé solo y no me pude resistir a fotografiarlo.

 

 

Nada más cruzarlo encontré a un peregrino sentado en un banco cambiándose de calcetines. Había salido de San Martín del Camino calzado con unas sandalias, por efecto del agua caída ayer los tenía mojados y llenos de ampollas.

 

 

- Buen camino peregrino.

- Buen camino. ¿Vienes al revés?.- Me preguntó con una cierta admiración.

- Sólo hoy, mi camino es desde Mérida a Oviedo, y hoy toca llegar hasta León.

- Camino complicado, supongo.

- No creas, hay que estar preparado más a las soledades que a las distancias. Pienso que cuando termine habré hecho unos 650 kilómetros en unos 19 días.

- Debes hacer etapas largas, yo cuando hago más de veinticinco lo noto muchísimo y me duelen las piernas. Debes estar bien preparado.

- No creas, aunque antes de venir al camino me preparo durante un par de meses.

- ¿Y la soledad, como la sobrellevas?

- La soporto aceptablemente, aunque reconozco que de vez en cuando me gusta ver a personas y poder hablar con ellas. Pero cuando no hay nadie converso conmigo mismo y observo la naturaleza intentando retener lo máximo posible, para después recordar.

- Yo no podría.

 

 

Pensé que hay gente que necesita estar en constante relación con los demás por que no saben dialogar consigo mismos. Necesitan el ruido de los otros para no analizarse, es como si les diera miedo conocerse y necesitan a los demás.

 

Deje al peregrino en su tarea y continué con el sol dándome en la cara. Hasta ahora siempre me daba por la espalda, necesité la gorra para protegerme. Me seguí cruzando con gente que me saludaba, alguno preguntaba por el albergue siguiente o por el pueblo oportuno. Me satisfacía ver la cara de los caminantes, algunos se sorprendían de encontrarme en sentido contrario, otros apenas saludaban.

 

 

El camino era cómodo y en apenas dos horas llegué a Villadangos del Páramo. Paré a tomar un café, aquí se podía elegir lugar de parada y tenía que aprovecharlo, qué diferencia con los días anteriores.

 

 

Coincidí con un ciclista alemán que se dirigía a Santiago, le expliqué lo que le esperaba sobre todo en las subidas que tenía por delante. Hoy quería llegar a Rabanal. Le recomendé que parara en Astorga a comer y visitar la Catedral y el Palacio Episcopal.

 

 

Eran las once y media cuando continué con calma. La visión de la autovía era un poco desagradable pero no había otra opción, pensé que no todo en el camino son campos solitarios y preciosos.

 

 

El día era agradable de caminar después de la tormenta de ayer.

 

 

Tuve algún que otro problema cuando llegué a la Virgen del Camino. Pasé por el arcén de la autovía con auténtico peligro, gracias que era domingo y a las tres de la tarde el tráfico no era muy abundante. En este punto las flechas se multiplican.

 

 

Entre en la iglesia, en ese momento solitaria, y tuve toda para mi solo. Aproveché para sentarme en un banco a reposar y tener unos minutos de calma. La oscuridad sólo violada por una pequeñas luces que iluminaban el altar llevaban a la meditación. Estos instantes en iglesias y ermitas del camino donde el silencio te acompaña me dan energías para continuar.

 

 

Este edificio es para mi tremendamente bello dentro de su austeridad y su poca iconografía.

 

 

Salí del mismo renovado y con ganas de comer, así que me dirigí a un restaurante cercano donde di cuenta de un menú de domingo abundante y sabroso, ensaladilla y cordero asado. El local estaba prácticamente lleno y con bastante ruido, la gente estaba tomando el aperitivo.

 

 

A las cuatro y media volví a cargar los bártulos para hacer los últimos kilómetros, ya todos por aceras. Esta entrada, igual que su salida, es bastante pesada aunque noté que hoy era todo bajada. El polígono industrial me siguió pareciendo horrible.

 

 

Llegué sobre las cinco y media de la tarde a la plaza del Parador Nacional de San Marcos, fue un recorrido bastante tranquilo, las calles estaban vacías y daba gusto caminar.

 

 

Antes de ir al albergue intenté descubrir la salida de mañana. No encontré ninguna flecha pero con un mapa de la ciudad pude descubrir por donde debía salir.

 

 

Llegué al albergue a las seis y media. Estaba medio lleno pero pocos peregrinos se encontraban descansando, se veían las mochilas y los sacos, pero imperaba cierta tranquilidad. Todos estaban visitando la ciudad.

 

 

Después del aseo oportuno y una pequeña colada marché a la Catedral. Siempre que paso por León es una visita obligada. Las cristaleras me impresionan. Recordé la última vez que estuve aquí y a mi cabeza llegó el concierto de música clásica que escuché con deleite el último octubre.

 

 

Ya las calles estaban llenas. Paré en una terraza de la zona peatonal a disfrutar del movimiento dominical mientras que degustaba un buen vino.

 

 

A las ocho y media cené una tapa de cecina que me pareció deliciosa, antes de ir al albergue.

 

 

Aquí pude disfrutar de la oración en la iglesia de las Carvajalas. Entrañable encuentro con otros peregrinos que creo imprescindible.

 

 

A las 10 estaba en la cama meditando que mañana empezaría la tercera parte de mi Camino, otra vez con la compañera soledad acompañándome todo el día. Ya no habría peregrinos, o por lo menos no tantos como hoy.

 

Me encomendé a Santiago para que me ofreciera un Buen Camino.

 


Volver al índice

0 comentarios